El síndrome del espacio subacromial es una de esas entidades clínicas que se ha usado durante décadas pese a no existir como tal.

Al paciente, se le da la información de que su acromion está desgarrando al tendón supraespinoso. Esto, además de no ser cierto, puede generar un potente efecto nocebo que agrave la percepción de dolor.

¿En qué consiste realmente el síndrome del espacio subacromial? ¿por qué duele si no hay un pinzamiento del tendón?

Quédate en este artículo para saberlo todo sobre esta entidad clínica.

¿Qué es el síndrome de pinzamiento subacromial?

Tradicionalmente, el “síndrome del espacio subacromial” se ha usado como una etiqueta clínica en pacientes con dolor de hombro. Especialmente los que sienten dolor al elevar el brazo por encima de la cabeza.

La explicación que se ha dado es que existe un choque mecánico entre el acromion y el tendón del supraespinoso, generando irritación en la estructura tendinosa y la bursa.

Hoy, sabemos que esa explicación se queda corta. La terminología actual tiende a hablar de dolor subacromial (de forma general) o de dolor de hombro relacionado con el manguito rotador. Estas etiquetas nos permiten englobar el dolor de hombro relacionado con el manguito sin asumir que exista un pinzamiento real o que la forma del hueso sea la culpable.

En la práctica, se trata de un dolor de hombro inespecífico, con buena respuesta al tratamiento conservador y con un pronóstico favorable cuando se gestiona la carga de forma adecuada (como veremos después en este artículo). 

¿Cuáles son las causas del síndrome del espacio subacromial?

Antes de aprender a tratar correctamente este tipo de dolor, veamos las causas que podrían provocarlo. 

Factores estructurales: un mito que se cae

Los factores que se achacan tradicionalmente a este tipo de dolor (pese a que la evidencia actual no los respalda), son:

  • Tipo de acromion: durante años se pensó que un acromion “curvado” (tipo II) o “ganchoso” (tipo III) generaba más roce y dolor. Sin embargo, la evidencia muestra que la morfología acromial no predice la presencia de síntomas ni la respuesta al tratamiento.
    Vaya, que los pacientes con un acromion de tipo III no tienen ni más dolor ni peor pronóstico que pacientes con acromion tipo I.
  • Espacio subacromial: estudios con ecografía y resonancia muestran que la distancia acromiohumeral no se relaciona de manera consistente con la clínica.
    Según la teoría tradicional, un espacio menor implicaría más pinzamiento y, por tanto, más dolor. Sin embargo, en la práctica encontramos que no existe una correlación fiable entre ambas variables.

Factores funcionales y de carga

Cuando dejamos a un lado la explicación estructural del “hueso que roza”, lo que encontramos son una serie de factores funcionales y de carga que ayudan a entender por qué aparece el dolor en el hombro.

La evidencia apunta a que la falta de fuerza en el manguito rotador y en la musculatura escapular tiene un papel clave. Cuando estos músculos no trabajan bien, el hombro pierde su capacidad para manejar la carga y aparece el dolor. No es que el acromion choque con el tendón, sino que el sistema se queda corto para las demandas que recibe.

También sabemos que muchos pacientes con dolor subacromial presentan alteraciones en el control motor.

Varios estudios han mostrado que los pacientes con dolor subacromial presentan patrones de activación alterados en los músculos escapulohumerales, con retrasos en la activación del serrato anterior y el trapecio inferior, o con una sobreactivación compensatoria del trapecio superior. Estos cambios, más que ser la causa primaria del dolor, parecen ser adaptaciones que perpetúan la disfunción y mantienen el hombro en un estado de mayor vulnerabilidad.

A todo ello se suma la exposición a movimientos repetitivos, especialmente los que implican elevación del brazo por encima de la cabeza, sin una progresión de cargas adecuada. La literatura muestra que este tipo de tareas generan sobreuso y microrroturas en el tejido tendinoso si no existe un tiempo suficiente de recuperación o si la demanda excede la capacidad del tendón. La falta de adaptación a la carga, más que la forma del hueso, es lo que termina sensibilizando al sistema.

Por último, no podemos olvidar los factores psicosociales. El miedo al movimiento, la catastrofización o las expectativas negativas sobre la recuperación han demostrado influir tanto en la intensidad del dolor como en la cronicidad del cuadro. De hecho, para cualquier patología los factores psicosociales han demostrado ser causa directa de la cronificación del dolor.

En el caso concreto del síndrome subacromial, el paciente que cree que su tendón está “desgarrado” por el acromion no solo sufre más, sino que probablemente reduzca sus niveles de actividad y contribuya sin querer a la perpetuación del problema.

En definitiva, el dolor subacromial no se explica por un roce mecánico, sino por una interacción compleja entre fuerza, control motor, exposición a la carga y factores contextuales que modulan la percepción de dolor. 

Esta visión no solo es más fiel a la evidencia, sino que abre la puerta a un abordaje más efectivo desde la fisioterapia, centrado en recuperar la función y devolver la confianza al paciente.

Operación en el síndrome subacromial: ¿tiene sentido?

La cirugía de descompresión subacromial fue durante años uno de los tratamientos más realizados. El razonamiento era simple: si el acromion está rozando y reduciendo el espacio subacromial, descomprimimos con una cirugía.

Sin embargo, los ensayos clínicos de mayor calidad (referencias bibliográficas de la 1 a la 3) han demostrado que esto no es eficaz:

  • En los artículos de Beard et al (2018) y Paavola et al (2020), la descompresión no fue superior a una artroscopia placebo ni a los programas conservadores.
  • En la revisión sistemática de Dorrestijn et al (2009): cirugía y tratamiento conservador obtienen resultados muy similares en dolor y función.

Si “descomprimir” el espacio subacromial no cambia la evolución del paciente, el problema no será simplemente un roce mecánico. Por tanto el tratamiento del síndrome del espacio subacromial deberá tener otro enfoque al de la cirugía. 

Tratamiento en fisioterapia: ejercicios y tiempo de recuperación

Como primer apunte obvio, saber valorar el hombro correctamente generará una base fundamental sobre la que construir nuestro tratamiento.

Si algo ha dejado claro la investigación reciente es que el ejercicio terapéutico es la base del tratamiento en el dolor de hombro relacionado con el manguito rotador. Los ensayos y revisiones coinciden: programas bien diseñados mejoran dolor, función y calidad de vida, sin importar la edad o el nivel de actividad.

Paciente realizando un ejercicio para el manguito rotador en un caso de síndrome del espacio subacromial

Fundamental: no existe una receta universal. No valen protocolos ni ejercicios mágicos. Habrá que cumplir unos principios básicos como son la progresión de carga, trabajo específico de musculatura afectada y continuidad suficiente en el tiempo.

Será fundamental individualizar el programa al punto de partida de nuestro paciente y a su tolerancia. Además de adaptar el ejercicio a los gestos específicos del deporte o actividad diaria de la persona.

En clínica, esto significa trabajar con un marco flexible. Un hombro muy irritable puede comenzar con isométricos o cargas ligeras para recuperar confianza sin agravar síntomas. En cambio, un paciente más activo podrá avanzar antes hacia isotónicos, trabajo de fuerza en cadena cerrada y tareas específicas de su deporte o trabajo.

También sabemos que permitir molestias leves durante el ejercicio es seguro. Dolor ≤4/10 en la escala EVA y que no empeore al día siguiente son márgenes razonables para progresar sin alarmismo. Normalizar esta idea ayuda a reducir el miedo al movimiento y mejora la adherencia.

Respecto al tiempo de recuperación, la mayoría nota cambios en 6–8 semanas, pero los avances sólidos en fuerza y función requieren al menos 3–6 meses. La plena recuperación de confianza y rendimiento puede llevar hasta 9–12 meses, sobre todo en casos crónicos.

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Conclusiones

En los últimos años, hemos aprendido que el llamado síndrome subacromial no se explica por un simple roce del acromion sobre el tendón. La evidencia más sólida ha demostrado que ni la morfología acromial ni la cirugía de descompresión cambian de forma significativa la evolución clínica. Aferrarse a esa visión reduccionista no solo es ineficaz, sino que puede generar mensajes nocebo que perpetúan el dolor.

Lo que realmente marca la diferencia es cómo el hombro responde a la carga. Déficits de fuerza en el manguito o la escápula, alteraciones en el control motor, una exposición repetitiva mal dosificada y factores psicosociales como el miedo al movimiento interactúan para mantener el cuadro. Desde la fisioterapia, la herramienta más potente que tenemos es el ejercicio: adaptado, progresivo y acompañado de una educación que devuelva seguridad al paciente.

Bibliografía

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  • Paavola, M., Malmivaara, A., Taimela, S., Kanto, K., Malmivaara, L., Inkinen, J., … FIMPACT Investigators. (2020). Subacromial decompression versus diagnostic arthroscopy for shoulder impingement: Five-year outcomes of a randomised, placebo surgery controlled clinical trial. British Journal of Sports Medicine, 54(5), 313–319. https://doi.org/10.1136/bjsports-2019-100765 
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  • Paavola, M., Malmivaara, A., Taimela, S., Kanto, K., Inkinen, J., Kalske, J., … FIMPACT Investigators. (2018). Subacromial decompression versus diagnostic arthroscopy for shoulder impingement: Randomised, placebo surgery controlled clinical trial. BMJ, 362, k2860. https://doi.org/10.1136/bmj.k2860 
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